Este martes 5 de febrero constataremos que entre cielo y tierra no hay nada oculto. Daniel Fantin nos hará volar
junto a la historia de una nave que ocultó muy poco entre cielo y tierra: el
transbordador espacial. Este aparato, cuyas paredes podrían contar parte de la
historia científica, ya está de retiro. Entre las páginas de su diario se leen
éxitos y fracasos y Fantin, nuestro cómplice, se encargará de narrar su
desempeño. Fantin es astrónomo de la Universidad de Bologna, Italia, con un
doctorado en Inglaterra, en el que abordó la distribución de la materia obscura
en el Sistema Solar. Desde junio del año
pasado se encuentra de visita postdoctoral en el Centro de Investigaciones de
Astronomía (CIDA); su vida corre entre estrellas y galaxias y se permite
aterrizar cada mes en La Charlorra, a la que se ha hecho asiduo.
La Charlorra
Cuenta Fantin que el
Transbordador Espacial de la NASA fue la primera nave espacial reutilizable del mundo. Concebido durante los años
del programa lunar Apollo, estaba destinado a dar soporte a las estaciones
espaciales, a reducir los costos de los viajes espaciales y a simplificar el
acceso a territorios inicialmente lejanos, como la Luna. En sus treinta años de historia, el
Transbordador Espacial llevó a muchos astronautas en docenas de misiones
exitosas, contribuyendo a algunos de los mejores logros científicos de
las últimas décadas. Pero los éxitos fueron ensombrecidos por las tragedias. En
1986, el Challenger explotó durante el lanzamiento. En 2003, el Columbia se
desintegró durante la reentrada a la atmósfera. Ahora que el programa ha
terminado ¿cómo será recordado el Transbordador Espacial? ¿como una
gran aventura en la exploración humana? ¿O como un elefante blanco defectuoso?
Esta Charlorra brindará la historia de este artificio ya retirado, cuyas memorias nos acercan a una
parte del camino científico.